È uscita in questi giorni la
versione in spagnolo di “Il mostro di Armendáriz”, edito da Uruk Editores,
libro su cui voglio spendere alcune parole. Sono incappato nella vicenda del
mostro di Armendáriz quando mi occupavo di America Latina come corrispondente.
Era una storia su cui già al tempo si era posata molta polvere, poco conosciuta
nello stesso paese dove si era svolta, il Perù, nazione che anzi cercava di
dimenticarsene. Succede. A volte i popoli caricano il peso di avvenimenti che,
all’appuntamento con la Storia, si rivelano imbarazzanti o, ancora peggio,
ignobili.
La vicenda si svolge in un periodo storico ben definito (il regime di Manuel Odría), ma ai fini del nostro scopo, la sua ubicazione geografica e temporale, ha un’importanza relativa. La storia che si racconta, infatti, appartiene all’umanità o, ancora meglio, alla disumanità che è caratteristica comune del nostro genere. Il “Monstruo de Armendáriz” è, infatti, una storia che si ripete ovunque, in tutte le società e in ogni tempo. È la costruzione del diverso, del reietto, del mostro. È la storia del lato oscuro dell’animo umano, di quella parte che viene consumata dal male e che, da singola voce, si trasforma nel grido osceno di un’intera società. È l’urlo perverso di chi chiede la guerra, di chi violenta i diritti, di chi giustifica le aberrazioni, di colui che, attraverso i suoi canali privilegiati –stampa, politica, forze dell’ordine, qualsiasi tipo di autorità- manipola l’opinione pubblica. È l’istinto primitivo del branco che attacca il singolo individuo.
Non c’è nulla di nuovo nel “Monstruo de Armendáriz”, solo la consapevolezza che il potere della collettività è un’energia instabile, che viene usata più per fare del male che per fare del bene. Nel contesto generale spicca la storia individuale del capro espiatorio di turno su cui ricade la furia del gruppo, prototipo estremo della nostra povertà morale. Attenti, quindi: ognuno di noi potrebbe diventare il prossimo mostro.
Sale en estos días la versión en español de “El Monstruo de Armendáriz”, publicado por Uruk Editores, libro al cual quiero dedicar algunas palabras. Me topé con el suceso del monstruo de Armendáriz cuando me ocupaba de América Latina como corresponsal. Era una historia sobre la cual se había posado mucho polvo, poco conocida en el mismo país donde había acaecido, el Perú, nación que, además, trataba de olvidarse de tal vil desliz. A veces pasa. Los pueblos cargan con el peso de acontecimientos que, a la cita con la Historia, se revelan embarazosos o, peor, infames.
Aunque el suceso se desarrolla en un periodo histórico bien definido (el régimen de Manuel Odría), a efectos de nuestro propósito su ubicación geográfica y temporal tiene una importancia relativa. El desenlace no pertenece a un lugar y a una época distinta, sino a la humanidad o, más bien, a la deshumanidad, que es característica común de nuestro género. “El Monstruo de Armendáriz” en efecto es una historia que se repite en toda sociedad y en todo tiempo. Es la construcción del diverso, del marginado, del monstruo. Es la historia del lado oscuro del ánimo humano, de la parte que es consumida por el mal y que, de voz individual, se torna cuando es dirigida en el grito obsceno de una entera sociedad. Es el aullido perverso de quien quiere la guerra, de quien violenta los derechos, de quien justifica las aberraciones, de quien, por medio de sus canales privilegiados –la prensa, la política, las fuerzas del orden, cualquier tipo de autoridad- manipula la opinión pública. Es el instinto primitivo de la jauría que persigue al individuo solitario.
No se cuenta nada nuevo en el “Monstruo de Armendáriz”, solo se remarca la conciencia que el poder de la colectividad es una energía instable, que se usa más a favor del mal que del bien. En el contexto general se destaca la historia individual del chivo expiatorio, sobre el cual recae la furia del grupo, extremo prototipo de nuestra pobreza moral. Atención, entonces: cada uno de nosotros podría volverse el próximo monstruo.
